26 de Junio 2004

Caracol, col, col… (actualizado 29-06-04)

… saca los cuernos y ponte al sol. Así era la cancioncilla esa que todos hemos cantado de pequeños, Enrique ya no recordaba cómo seguía, ni siquiera recordaba si seguía, pero era algo que todos sabían, como la fábula de la tortuga y la liebre, ambos animales lentos y con duro caparazón. Últimamente la vida de Enrique ha estado plagada de estos bonitos animales. Hace unos días iba por la autopista, bajo una lluvia con todas las de la ley, de esas que sólo caen en el Levante, y sólo una vez al año; era de noche y todo era más divertido aún si cabe porque no se veía una puta mierda y Enrique iba folladísimo, jugándose el pellejo en esa mierda de carro por razones que luego demostraron, muy a su pesar no valer la pena, pobre liebre…

Cuando amainó la tormenta y pudo ver un poco mejor el negro asfalto recortado del aún más negro horizonte por las luces de sus halógenos se dio cuenta de que estaba lleno de gravilla, algún camión habrá volcado, o irá tirando grava. La cuestión era que varios kilómetros después seguían apareciendo piedrecitas pero sólo en las cunetas y entonces cayó en que no era gravilla sino caracoles y sus ruedas los aplastaban sin piedad, pobres caracoles…

Cruzó la desierta ciudad, caía una fina lluvia y las viejas farolas se inclinaban a ambos lados de la avenida, donde debería haber árboles, y proyectaban su mortecina luz sobre un fondo de tonos grises y negros. Luz roja, momento de parar. Las manos cansadas sobre el volante, una mirada al cielo que inclemente sigue llorando sobre las almas que vagan solitarias por el asfalto bañadas de luz de neón. Enrique se rebuscó en los bolsillos en busca de un chicle, malditos chicles de clorofila, pero hay que dejar el tabaco, es una muerte lenta… y maldita la prisa que él tenía por irse al otro barrio. Luz verde, momento de andar. Primera y todo recto, así al menos tiene las manos ocupadas con el volante, la boca entretenida con el chicle y la mente empieza a dar vueltas otra vez, las mismas ideas de siempre, los mismos pensamientos, los mismos problemas, masticados una y otra vez, mordidos, partidos y escupidos como el asqueroso chicle de clorofila que le picaba en la boca como escuece la sal en una herida o la verdad en una conciencia intranquila. Consiguió aparcar no muy lejos del piso y cuando abrió la puerta se dio cuenta, demasiado tarde, de que no había traído paraguas. Puta mierda. Apretó los dientes y corrió bajo la lluvia en la noche, sólo, mientras las gotas caían sobre su cabeza desprotegida y el pelo empezaba a caer empapado sobre su frente, precisamente ahora que estaba en la calle volvía a apretar la tormenta. Con la mirada clavada en el suelo corrió Enrique tres manzanas hasta llegar a su portal. Ya en el rellano se sacudió el agua lo mejor que pudo y pulsó el botón en espera del ascensor. Todo estaba en silencio, sólo se oía el repicar de las gotas de lluvia en la calle, todo en silencio, respiró profundamente y entonces se dio cuenta de que algo no iba bien… no se oía el ascensor bajar. Cagondios. Seis pisos más arriba y con el sudor y la lluvia empapando ahora todo su cuerpo a partes iguales llegó hasta su puerta, sexto B. Tras ella no le esperaba una esposa cariñosa ni unos hijos adorables, sólo su fiel perro y cantidades ingentes de soledad, recuerdos y tristeza a partes iguales.

Thor corría pasillo abajo con la lengua fuera hacia su amo, al verlo Enrique dejó caer la mochila y se agachó para recibir al cariñoso animal que empezó a darle lametones en las mejillas con su lengua áspera. Se puso en pie y fue directo a la sala de estar con Thor jugueteando a su alrededor y la chaqueta dejando caer gotas de lluvia por todo el pasillo como dejando un rastro de miguitas de pan para que encontrasen el camino por donde había ido Enrique, pero nadie iba a ir a buscarlo. Pulsó el botón para escuchar los mensajes en su contestador automático, si todo había ido como estaba previsto debía tener un mensaje diciéndole dónde tenía que ir a la mañana siguiente para contactar con su cliente. Piiii, pip, pip. Qué sonidos tan molestos, se le clavaban en la cabeza y sentía un dolor agudo en las sienes e instintivamente se apretó la cabeza y frunció en ceño, como si eso le fuera a aliviar los dolores. Entonces fue cuando vio el reloj, las 5:23. Con un poco de suerte aún podría dormir un par de horas. Cuando terminó de rebobinarse la cinta del contestador pulsó el Play… Un mensaje de su ex, que a ver si la llama, que menudo sinvergüenza, cacho hijoputa, como no des señales de vida te las verás con mi abogado cabrón de mierda y lindezas parecidas. La muy puta. Silencio. Oye Quique que González dice que no le interesa de momento, otra vez será tío, a ver si quedamos para tomarnos algo. Perfecto, sin trabajo y con la falsa compasión de un falso amigo y una falsa invitación a tomar una copa de mentiras. A la mierda. Y se tiró en el sofá sin tan siquiera quitarse la ropa mojada.

Bom, bom, bom. ¿Qué es eso? Bom, bom, bom. ¿Hay obras en el edificio? Bom, bom, bom. Joder parece que se va a caer la casa. Bom, bom, bom. ¿Pero qué hora es? Las 8:47. Bom, bom, bom. Tras pasarse la mano por la cara para intentar despejarse se sentó en el sofá y vio a sus pies a Thor, que lo miraba con ojos tristes y movía la cola. Bom, bom, bom. Joder, eso no es una obra, es la hija de la vecina de arriba que tiene el bakalao ese a toda pastilla. Un fuerte pinchazo en la sien derecha le urgió dolorosamente a salir corriendo de allí si no quería que o le reventase la cabeza o subiera y se la reventase él a la imbécil de su vecina. Sin mirarse al espejo fue hacia la puerta, cogió la correa de Thor y bajaron juntos a la calle huyendo de ese infierno. El sol le picaba en los ojos, la barba le picaba en el cuello, y la curiosidad sobre cómo sería la cabeza de su vecina reventada también le picaba. Thor tiró de él camino de un cubo de basura para dejar su huella. Enrique se arrastró detrás del animal casi siendo remolcado por su ímpetu. El suelo estaba sucio y el contenedor hedía. El estómago se le revolvió y tras una arcada estuvo a punto de vomitar en la misma calle y al girar la cabeza vio salir de debajo de la basura a un solitario caracol, lento, dejando su rastro de babas, salía el caracol, col, col, a buscar el sol. Afortunado caracol.

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Afortunado caracol. Qué poco necesitaba el cabrón para ser feliz. Ésa sí que es una existencia feliz, sin resacas, sin problemas de dinero, sin ex mujeres, sin falsos amigos… De repente se dio cuenta de que Thor le miraba inquisitivo, como diciendo, ale, yo ya he terminado, llévame arriba y dame algo de comer. En la cara de Enrique se dibujó una sonrisa que fue respondida con un ladrido y unos movimientos de cola. De vuelta al piso la ciudad ya rugía a su alrededor, los coches arrancaban, aceleraban, frenaban, pitaban y volvían a acelerar en un círculo vicioso e inhumano que parecía no tener fin ni razón de ser más que hacer la vida imposible a quienes sólo quieren pasear. Tras abrir el portal vio ese armario negro con casillas que hacía las veces de buzón colectivo en su edificio, asomó la cabeza a la casilla donde ponía
6º B
Enrique Vidal Belmonte
Desiré Celdrán Robira

Ya iba siendo hora de quitar el nombre de su ex mujer pero por algún motivo que desconocía o que prefería no reconocer quería dejarlo ahí un poco más, seguro que le jode, lo raro era que no hubiera ido hecha una furia a arrancar la plaquita con sus propias garras, si le jode que se rasque. No llevaba encima la llave del buzón, en realidad hacía meses que la había perdido pero enseguida desarrolló una inigualable habilidad para abrirlo de un puñetazo en el sitio preciso. Clang. El sonido del metal golpeado retumbó en la entrada y ahogó un “suputamadre” de dolor. La puertecilla cedió y Enrique pudo coger el fajo de papeles que misteriosamente aparecían ahí una y otra vez, parecía algo mágico, nunca se acababan. Cuando vio las escaleras que le esperaban no pudo sino dejar escapar un suspiro. Thor ya subía a todo correr, con la lengua fuera. Mientras subía le animó el no oír más el bom bom bom de su vecina. Podría estar un rato tranquilo en casa. Cerró la puerta tras de sí y repasó el correo. Publicidad, factura, factura, aprenda inglés en una semana, factura, coleccione “pinzas de tender” del mundo, factura, factura… Las dejó caer de mala manera en la mesita del teléfono, algunas cayeron al suelo, con un poco de suerte Thor se las comía y no tendría que volver a verlas. Cruzó el pasillo en dirección al cuarto de baño, preparó una toalla y comprobó que hubiera agua caliente. Se miró al espejo y acto seguido se arrepintió de haberlo hecho. De veras daba pena. Barba de 5 días, el pelo revuelto después de haber dormido y no haberse peinado, los ojos hinchados y rojos, los labios secos que parecía que se iban a resquebrajar si los movía, la ropa arrugada y sudada… le hacía falta una buena ducha para despejarse y ver qué podía hacer de provecho con el día que tenía por delante. Lentamente se fue desnudando mientras se veía reflejado en el espejo y poco a poco el vapor del agua caliente que corría en la ducha fue rodeando su imagen de una bruma que la hacía parecer irreal. Se metió en la ducha y el agua caliente empezó a deslizarse por su piel, desde la cabeza, bajando por la espalda y el pecho hasta los pies, recorriendo su anatomía. El líquido caliente en contacto con su frío cuerpo le trajo a la memoria recuerdos de cuando Desiré y él se ducharon juntos por última vez e hicieron el amor allí mismo. Sin duda alguna fue algo muy agradable por lo que decidió hacerse una paja en honor de lo que pudo haber sido y nunca fue. Puso la mano sobre su húmedo miembro y empezó a acariciarlo y moverlo arriba y abajo mientras intentaba revivir con los ojos cerrados las imágenes de aquella última vez. El agua caía caliente por su espalda, no había ruidos molestos, la temperatura en la habitación era perfecta, todo iba bien, excepto porque no conseguía una erección, sólo pensar en su ex hacía que le hirviera la sangre, pero no precisamente con excitación sexual. Al cabo de poco más de un minuto se dio por vencido y volvió a pensar en lo mucho que necesitaba un cambio de aires, y en lo mucho que odiaba al puto caracol hermafrodita, seguro que nunca tendría esos problemas tan humanos.

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Escrito por VZK a las 26 de Junio 2004 a las 05:58 PM
Comentarios

Me he quedado a cuadros :-o

Escrito por Lucía a las 1 de Julio 2004 a las 01:49 AM

Espero que sea por bueno, porque cómo eres tan pródiga en palabras... jejeje. A ver si hablamos pronto.

Muchos besos.

Escrito por vzk a las 1 de Julio 2004 a las 02:05 AM

Por supuesto...es por bueno, jajajja(también te iba a poner otra canción para el caracollll "sol solito caliéntame un poquitooo para hoy para mañanaaaaaa para toda la semanaaaaaa)un besazo

Escrito por Lucía a las 2 de Julio 2004 a las 01:34 AM

Ey, pues siempre que puedas colabora ;) Yo te lo agradeceré siempre. ¡Disfruta de las vacaciones!
Besitos.

Escrito por vzk a las 3 de Julio 2004 a las 12:07 AM

K PARANOIA ME HE KEDAO DE PLÁSTICO, DESDE LUEGO ERES UN PUNTAZO NUNKA SABES POR DONDE VAS A SALIR, POR CIERTO HAS METIDO ALGO DE SEXO LIGHT JEJEJEJE ;) BESITOSS

Escrito por NEBULA a las 3 de Julio 2004 a las 04:43 PM

Bueno, nunca viene mal hacer algo diferente. Cambiar de aires es bueno. Me alegro de que te haya gustado, y lo del sexo... bueno, sin pasarse está bien, no quería que fuese un texto porno, no vaya a ser que se escandalice alguien.

Besos.

Escrito por vzk a las 9 de Julio 2004 a las 03:36 AM

No se que hacen pero son un idiotas

Escrito por Gorka a las 23 de Julio 2004 a las 06:54 AM
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