Una noche cualquiera de un fin de semana cualquiera. Es hora de salir, tal vez no haya muchas ganas pero no es plan de quedarse encerrado otra noche más en casa. Desganado te preparas. Te miras al espejo y al instante piensas que hubiera sido mejor no haberlo hecho te apañas como bien puedes, un poco de gomina, un poco de colonia, unos toques con el peine y te miras fijamente y no entiendes cómo puedes tener los ojos tan cansados, esa mirada tan ausente, ese semblante sombrío acentuado por una barba incipiente cada día afeitada con más desgana. Pasas la mano por la mejilla rasposa una mueca para intentar poner tu mejor sonrisa y te lanzas a la calle.
Cenas en casa de algún colega y de repente ocurre algo que no esperabas, te cruzas con un chico cuya cara te resulta extremadamente familiar no puede ser ¿eres tú? ¡Pero si sólo tenías 6 años! Ahora tienes ante ti a un chaval en la flor de la vida, lleno de ilusiones y miedos, los mismos que un día tú tuviste y que ahora has superado o has olvidado y en ese preciso instante te das cuenta de que el tiempo está pasando, que el mundo cambia a tu alrededor sin que puedas hacer nada para evitarlo y te sientes insignificante rodeado de un mundo cambiante y hostil.
Luego vas a algún bar de mala muerte para tomar una copa barata e intentar hablar de lo que se tercie en un ambiente ruidoso y cargado, pero cargado de olores que recuerdan a otras personas, a otros tiempos, a otros lugares, cargado de imágenes que no se borran de la retina, que no se borran del corazón, cargado de palabras en el aire, palabras que se dijeron y palabras que nunca se debieron haber dicho, cargado de miradas, miradas furtivas, miradas inquisitivas, miradas enamoradas, miradas perdidas, perdidas como la mirada de uno de los héroes de tu juventud que te observa desde un póster en la pared.
Pasan las horas, ya casi está saliendo el sol. Con suerte el astro rey calentará esta fría madrugada de reflexiones y sentimientos cruzados, de tristeza y esperanza, de amor y desengaño. Y vuelves a casa, pensativo, cabizbajo y lloroso, con otra muesca más en el remendado caparazón de oxidado metal que cubre tu triste corazón. Sólo sacas en claro que has perdido el tiempo, has perdido otra noche, pero el mundo no se ha parado a esperarte, todo a seguido su curso, menos tú, siempre empeñado en ir contracorriente, que en la última bifurcación tomaste el camino equivocado o tal vez fue en la anterior, o hace mucho tiempo, pero ahora comprendes que nada puedes hacer, sólo poner otra marca más en la coraza de tu corazón como recuerdo de esta noche y sacar fuerzas de donde no las hay para que este último golpe no sea el que rompa la armadura que protege tus sentimientos y puedan seguir ocultos, donde nadie pueda dañarlos, manifestándose sólo con alguna que otra lágrima no contenida como la que calló en el asfalto de un frío amanecer de una noche cualquiera de un fin de semana cualquiera en una ciudad cualquiera.
Llorad guitarras, llorad...
Escrito por VZK a las 23 de Marzo 2004 a las 01:42 AMA veces no encontramos sentido al ritmo que lleva nuestra vida. Aunque queramos cambiarlo no es facil, no tenemos la total libertad para buscar cual es camino que nos aleja de ser imperfectos.
Nunca estaremos satisfechos, siempre aspiraremos a más, aunque a veces nos sentiremos plenos con detalles que no todo el mundo valora igual.
La monotonía se lleva las pocas ilusiones que podemos tener. Por eso no hay que cansarse y buscar, ilusión tras ilusión. Cuando se evapore alguna el mejor remedio es salir a la busqueda de otra.
Solo para seguir hacia delante. Animo
Tienes razón, la plenitud en sí es muy difícil de conseguir a menos que ésta sea para ti la búsqueda misma de la plenitud. Aunque no se pierda el ánimo hay veces que es bueno pararse a reflexionar.
Gracias por leerme.
Deja de dar dinero a la philip morris
Escrito por Que a las 22 de Septiembre 2005 a las 05:28 PM