En la mente de un demente

Barón Rojo y Fe de Ratas 4000 ptas

Desganado me agacho a recoger un papel del suelo, acompaño mi movimiento con un quejido, lo que me recuerda lo penoso de mi forma física. Lo cojo y lo dejo en la mesa para poder verlo mejor. Una entrada de un concierto al que fui, ¿hace cuánto? Miro la fecha 11-MAR-00, cuatro años. Parece mentira lo rápido que pasa el tiempo, a veces me da miedo, y digo a veces por no decir siempre que me paro a pensarlo. Hace cuatro años… he cambiado tanto que ni yo me reconocería, pero no he sido yo solo, todo el mundo ha cambiado, desde la cutre sala de conciertos donde fui que ahora es cuatro veces más grande, hasta la moneda con la que pagué la entrada; 1.500 PTAS se puede leer en la entrada, pobres pesetas, ya han caído en el olvido, sumidas en su oscuridad y sólo sacadas de allí para proferir improperios y maldiciones cuando comparamos el precio de las cosas de ahora con las de antes, “24 €… ¡joder eso son 4000 putas pesetas!” ni que ellas tuvieran la culpa. De igual manera yo tampoco tengo la culpa del tiempo que pasa, eso suponiendo que se deba echar la culpa a alguien… en cualquier caso supongo que la culpa será de Dios, de los dioses, de Alá o de en quien coño crean ustedes. Pero echándole la culpa a alguien no se adelanta nada. Otra vez más me pregunto qué fue de aquel grupo de amigos, adolescentes, jóvenes e ilusos que iban tan unidos a todos lados y que creían que sería así siempre y esos recuerdos y esas preguntas hacen que se me forme un molesto nudo en la garganta y que los ojos empiecen a cubrirse de una fina película de lágrimas, ¡qué fatalidad! Uno de ellos ha cambiado de bando, ahora es un rico burgués de derechas, el mismo que yo consideré amigo mío y por el que derramé un torrente de lágrimas cuando noté que empezaba a distanciarse y no sabía por qué coño pasaba eso, por qué me pasaba a mí… ahora lo sé, o creo saberlo, dejé de estar en su bando, bueno, más bien el dejó de estar en el mío, una vez más se pasó al bando de los ganadores. Tal vez yo sea tonto, tal vez sea un sentimental, a veces esas palabras son sinónimas, la cuestión es que yo prefiero seguir en mi bando, fiel a unos principios que considero justos aunque sepa que tengo las de perder; prefiero perder con la conciencia limpia que ganar con las manos sucias. ¿Estoicismo? ¿Gilipollez? No lo sé. Vienen a mi cabeza imágenes de soldados como los retratados en las aventuras de El capitán Alatriste, unidos en la adversidad, con sus enhiestos bigotes y sus barbas mal afeitadas, lejos de sus casas, sin más consuelo que el de los camaradas, malcomidos y con los labios resecos, la cara llena de polvo y los ojos sin embargo, serenos, mirando al horizonte a las tropas enemigas que se abalanzaban sobre ellos hostiles y rabiosos, sin sentir miedo, con el recuerdo reciente de todos los compañeros caídos, de todos los que dejaron atrás, de todos los que no pudieron seguir adelante, con cada compañero muerto moría un poco de cada uno de los demás. Algunos los veían como soldados crueles y desalmados, enviados del demonio, pero más bien había sido el demonio quien cruel había acabado con sus almas a golpe de muertos y de injusticias y no obstante ahí seguían, en pie, luchando por lo que creían justo contra viento y marea, contra turcos, contra holandeses o contra quien se terciase.

¡No queda sino batirnos!